Sigamos con el mensaje de Saulo a los gálatas.
Gálatas 3:15 escribió:
Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade.
Todos sabemos que un pacto es un contrato, y un contrato tiene cláusulas, para cumplirse, beneficios por cumplirse, y también advertencias y consecuencias por no cumplirse. Y ninguna parte le puede añadir o quitar por su propia cuenta (hablando de contratos humanos, dice Saulo).
Gálatas 3:16-18 escribió:
Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa.
Regrésate a re leer cuidadosamente lo que Saulo escribió en esta parte… recuerda, está hablando a creyentes de las naciones, que nunca habían guardado Torá; que están siendo seducidos por los judíos creyentes judaizantes que les están convenciendo de que, aunque ya aceptaron a
Yeshúa como Su Salvador, aún no son salvos mientras no sigan los rituales de conversión de la ley oral judía, que incluyen la circuncisión. Entonces Saulo les está recordando que la promesa de la
Salvación por medio del
Mesías ya se le había dado a Abraham, sin mencionar el cumplimiento de la Torá, sólo por el simple acto de creerle al Eterno sus promesas, y actuar en base a esa fidelidad.
Gálatas 3:19 escribió:
Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador.
Ahí está el verdadero objetivo de la Torá. Lo dijo Saulo en otra carta.
Romanos 7:7 escribió:
¿Qué diremos, pues? ¿La ley es
pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el
pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.
Es lo mismo que con el tránsito de vehículos en una ciudad. Si todos manejaran en forma perfecta, sincronizada, con buenos modales y cortesía, no habría accidentes ni ningún problema. Pero la única forma de llegar a ese estado idílico, sin contar previamente con un reglamento de tránsito, sería que las personas ya nacieran con ese chip, y que lo hicieran de forma automática como respirar. Pero la realidad es que es al revés: la gente nace con la inclinación a ser egoísta, descortés y desconsiderada; la gente necesitamos que se nos enseñe a ser empáticos, corteses y considerados, y para eso necesitamos… Torá, o sea, Instrucción. Y para aprender a ser empáticos, primero necesitamos saber reconocer cuándo tenemos actitudes egoístas, para reconocer al egoísmo por su nombre y poder combatirlo, y eso también lo dice la Torá.
Gálatas 3:20-22 escribió:
Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno. ¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley. Mas la Escritura lo encerró todo bajo
pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes.
Una vez más Saulo hace énfasis en que la Torá no es para justificación, es decir, no es nuestro boleto de entrada al Camino. Si lo fuera ¿para qué habría necesidad del
Mesías? Pero tampoco es posible eliminar la Torá, porque es la que nos indica qué es
pecado y que no es, para poder evitar pecar. Pero como no podemos evitar pecar por error, por fallas humanas, por mucho que nos esforcemos, necesitamos al mediador, a nuestro abogado, nuestro defensor y Salvador, quien nos vuelve a presentar aceptos ante el Eterno. Es decir, la Torá nos revela la pecaminosidad de nuestra vida, y hace que busquemos volver a la Instrucción, pero ahora por medio del sacrificio de
Yeshúa.
Sabemos que nadie podemos obedecer la Torá al 100%. Por tanto debemos saber que debemos esforzarnos en obedecerla al 100%, a sabiendas de que no podremos, y que precisamente por eso necesitamos a nuestro mediador y Salvador.
Si nos quedamos sólo con la Torá, siempre seremos hallados faltos. Si nos quedamos solamente con el Salvador, sin Torá, ¿para qué ocuparíamos al Salvador?
Recordemos: la Torá NO es el boleto de entrada a la carrera en el Camino; es el sacrificio de
Yeshúa lo que nos apunta en la lista de corredores. La Torá es la que nos indica cómo correr, cómo permanecer, y cómo llegar a la meta en condiciones aceptables para el Eterno.
Mañana continuamos con la enseñanza de Saulo.
¡Shalom!