Estuve pensando en una analogía. Cuando un adolescente va a graduarse de secundaria, se viste su ropa nueva, limpiecita, bien planchada, para ir a recibir sus documentos en una ceremonia; la madre le recuerda tener cuidado de no ensuciar su ropa, sobre todo la camisa blanca inmaculada. El jovencito ya trae su ropa nueva, ahora su tarea es procurar mantenerla limpia. Si la camisa del jovencito se le mancha de mole, la madre deberá usar el limpiador adecuado para quitar la mancha; de lo contrario, la mancha no se quitará, y el muchacho no podrá presentarse a la ceremonia con esa camisa. El pecado es así. Recordemos primero lo que pecado es:
1 Juan 3:4 escribió:
Todo el que comete pecado quebranta la Torá; de hecho, EL PECADO ES TRANSGRESIÓN DE LA TORÁ.
La
Torá son las “reglas de la competencia”, son las
Instrucciones. Si las violas, estás
fuera. Al reconocer al
Mesías y aceptar su sacrificio expiatorio, recibo vestiduras nuevas, limpias, blancas, sin mancha ni arruga. Ahora debo cuidar esas vestiduras, mantenerlas limpias, para poder estar cerca del
Eterno. Entonces, cuando desobedezco los mandamientos, la
Torá, el Instructivo, las “
reglas del juego”, cae una mancha de algo podrido en mi ropa, que apesta, y que el
Eterno rechaza. Mientras esa mancha esté ahí, no podré acercarme a Él. La mancha la puedo limpiar cuando pido perdón al Padre, por medio de
Yeshúa, y me comprometo a no volver a desobedecer las “
reglas del juego”. De esta forma es que el
Padre no me echa fuera, y me da otra oportunidad. Pero ¿qué pasa si sigo violando las “
reglas del juego” una y otra vez, y la vestidura que recibí bien limpia, ahora está manchada y apestosa? Aquí esta la respuesta:
Proverbios 28:9 escribió:
El que aparta su oído para no oír la Torá, Su oración también es abominable.
Parafraseando: si insisto y me aferro a profanar el
Shabat, a ir al culto dominical, sigo comiendo camarón y cerdo, celebro las fiestas sincréticas del hombre, y no acudo a las
Santas Convocaciones señaladas por el
Eterno; si prefiero escuchar a los pastores que me dicen que la
Torá es de los judíos, y que ahora estoy bajo la gracia, sin
Ley, y que el
Mesías vino a obedecer perfectamente la
Instrucción, para que yo fuera libre de ella, entonces el
Altísimo Todopoderoso se
voltea a otra parte, y no quiere escuchar la oración de alguien rebelde, que comete desacato a Su Autoridad. Para Él, mi oración resultará asquerosamente repulsiva.
¿Qué hizo
Yeshúa con su sacrificio? Le quitó el poder al pecado. En el
Instructivo, en las “
reglas del juego” viene una advertencia: si violas la
Torá ¡estás fuera, estás muerto, sin excusas ni pretextos! No hay “
vidas extras”.
Yeshúa no vino a eliminar esa advertencia; esa cláusula sigue ahí, sólo que le agregó otra: quien entra en
Pacto con el
Eterno a través del sacrificio de
Yeshúa, recibe “
vidas extras”, mientras siga esforzándose por respetar las “
reglas del juego”. En esta carrera no entran quienes nunca han puesto su fe en
Yeshúa. Y se van eliminando: uno, el que de entrada dice que las “
reglas del juego” son muy difíciles, son imperfectas, y que quiere jugar el juego con sus propias reglas.
¡Fuera, estás muerto! También está fuera el que quiere decidir
qué reglas obedece, y
cuáles no, y se la pasa incumpliendo las que no le gustan. Éste se va acabando las “
vidas extra”, y termina siendo expulsado.
¿Qué lograba el sacerdocio levita? Tapaba la mancha. Esto está explicado aquí en
Hebreos. La mancha sólo se cubría, la advertencia de morir seguía ahí vigente y ejecutándose. Recordemos a los de la rebelión de
Coré, y a los que vagaron 40 años por el desierto, por incrédulos y rebeldes.
Yeshúa, con su sacrificio, le quitó el poder al pecado, ya no puede matarme la ley del pecado y de la muerte que dice:
Ezequiel 18:20a escribió:
El alma que pecare, ésa morirá…
Pero sólo mientras permanezco en obediencia a la
Torá, las “
reglas del juego”. Si quiero seguir dentro del
Pacto, y gozar las bendiciones a la obediencia que están en
Deuteronomio 28, debo evitar manchar mis vestiduras.
Lamentablemente la doctrina cristiana no enseña cómo mantener limpia nuestra vida, de manera de poder permanecer cerca de nuestro
Padre. Ahora eso es lo que estoy aprendiendo, y en estos meses me ha ido mostrando verdaderas joyas, que en la doctrina tradicional ni siquiera conocen.