En el mensajito diario de la mañana
Hace tres días comencé a analizar la epístola de Santiago, el hermano de Yeshúa, y presidente del Concilio de Jerusalén. Es una epístola que siempre me ha fascinado porque contiene indicaciones muy prácticas sobre la vida del creyente en el Mesías.
Santiago, como todos los apóstoles y todos los discípulos de Yeshúa, era judío, del pueblo de Israel. Lo primero interesante de su carta son sus destinatarios:
Santiago 1:1 escribió:
La carta está dirigida a israelitas que están entre las naciones, entre el paganismo, a las tribus que fueron dispersadas, como se había profetizado, a causa de la desobediencia.
Gran parte de estas gentes habían olvidado su identidad, se habían asimilado con las naciones, habían dejado el Pacto con el Eterno. Todos ellos conocían a los judíos, habían oído hablar de su Torá, pero no la obedecían porque ya no se consideraban parte de Israel.
Cuando los apóstoles les dieron las buenas noticias de que ya podían regresar a Israel, fue necesario enseñarles la Torá, porque sus antepasados hacía mucho tiempo que no les enseñaban a seguir las Instrucciones del Eterno.
Recuerda: Torá no significa Ley; significa Instrucciones.
La epístola de Santiago se dirige entonces a ex-gentiles, entre israelitas y no israelitas, familias mixtas, que han llegado a la fe de Yeshúa, y a quienes se les está comenzando a enseñar a seguir las Instrucciones.
¿Cómo es que el Eterno permitió que tantas generaciones fueran mal encaminadas, que tantos padres y abuelos hayan guiado a sus hijos hacia prácticas paganas?
Lo mismo pasa hoy en día. El llamado pueblo del Eterno ha olvidado su identidad y su herencia; enseña a sus hijos y a sus nietos a no obedecer las Instrucciones, y los encamina a prácticas de origen pagano.
Es la condición de desobediencia, arrogancia, soberbia, indiferencia, etc., lo que hoy en día está deteniendo la predicación de las verdaderas buenas noticias, y que tanta gente esté caminando por un camino que no lleva a la puerta estrecha.
Que este día enseñemos a nuestros hijos y nietos a seguir las Instrucciones, para que al final de su camino esté frente a ellos la puerta que lleva a la Eternidad ¡Shalom!