No tiene nada qué ver con diablos con cuernos y pezuñas, ni tampoco con hombres encapuchados y fantasmales; tampoco con fantasmas o espíritus chocarreros. No, las características del hombre malo están definidas en el Salmo 10, y cualquiera de nosotros puede tener alguna de ellas, o todas; debemos estar atentos para poder identificarlas, y si somos personas ya apartadas y en proceso de perfeccionamiento, es indispensable hacer teshuvá y limpiar nuestras vestiduras pidiendo perdón y volviendo a la Torá. Comencemos.
- Es arrogante.
- Persigue a los más débiles que él, abusa de ellos, les hace bullying, los engaña.
- Idea artificios, artimañas, maquina estrategias con malas intenciones; eventualmente será atrapado en sus mismas telarañas de intrigas.
- Se jacta de lo que desea su alma, sin tener ningún respeto.
- Tiene preferencia por la gente codiciosa, y desprecia a su Creador.
- En sus pensamientos sólo maquina el mal, pero nunca piensa en el Todopoderoso ni en que puede haber consecuencias a lo que está haciendo.
- Prácticamente todas las decisiones que toma son para sacar ventaja de alguna situación, o de alguien, y nunca considera si lo que hace o pretende hacer es algo inaceptable para el Eterno. Ni siquiera lo toma en cuenta, y si alguien se lo hace ver, se burla.
- Se considera más fuerte que sus enemigos, y piensa que con su pura astucia y fuerza los vencerá.
- Piensa que nadie lo descubrirá porque es muy inteligente y astuto.
- Jamás considera que su destino puede cambiar; no toma provisión para los días malos o para las tragedias.
- Su vocabulario es soez, ofensivo, despreciativo... Las mentiras le salen con facilidad, y su boca no profiere nunca palabras de bendición o edificación.
- Considera el mundo su coto de caza, y acecha siempre a la siguiente víctima de sus fraudes o de sus maquinaciones perversas.
- Todo lo hace encubiertamente, procurando no ser sorprendido en la falta.
- Tiene mirada clínica y experta para reconocer las debilidades de las personas, y aprovecharse de ellas.
- Cuando ha elegido a su siguiente presa, se presenta como oveja, con apariencia de amabilidad, de honestidad, de sinceridad; muchos son engañados y caen en su trampa.
- No está consciente de que el Eterno lo está mirando, y que por mucho que se oculte, Él conoce todo lo que hace, y hasta las motivaciones que lo hacen tomar esas decisiones.
- De alguna manera cree que si no piensa en el Altísimo, Él no se percatará de lo que está haciendo, y tampoco intervendrá para salvar a sus víctimas.
Salmos 10:2-11 escribió: