¿Por qué han aumentado los divorcios, los suicidios y las adicciones entre el pueblo de Dios? (entre otras cosas)
Según las estadísticas, en las últimas décadas ha aumentado alarmantemente el índice de divorcios, suicidios de pastores, hijos descarriados, matrimonios infelices, etc., y esto en familias que se dicen seguidoras de Jesús el Mesías. El estrés está haciendo presa del pueblo de Dios; volteo a mi alrededor y me parece estar viviendo en las épocas de Noé antes del Diluvio, del pueblo de Israel en Egipto antes de Moisés, de Sodoma y Gomorra antes de ser destruidas y de Nínive antes de la advertencia de Jonás... Igualmente se escucha el mismo clamor por todos lados ¿Por qué Dios está permitiendo que sucedan tantas cosas horribles? ¿Qué no se supone que Él es Todopoderoso, y si quisiera podría hacer que todo cambiara? Aún el pueblo de Dios, conocedor de las profecías, se siente muy desconcertado porque de pronto siente que no tiene respuestas coherentes a estas interrogantes.
Los padres han perdido autoridad frente a sus hijos, la sociedad se ha vuelto cada vez más permisiva, se ha maniatado a los maestros para que mantengan conformes a los padres de familia, se le da pan y circo al pueblo como en el Imperio de Roma. Tenemos incluso la situación del ecumenismo, en el que muchos cristianos evangélicos se están inclinando más hacia una identidad católica que protestante.
No podemos cerrar nuestros ojos ante esta realidad: hay una crisis grave dentro de la sociedad, que ataca fuertemente también a los hijos de Dios, quienes aparentemente están perdiendo la lucha contra el pecado y están siendo incapaces de trasmitir las enseñanzas cristianas a las siguientes generaciones ¡igual que pasaba con el pueblo de Israel a lo largo de su historia! Es decir... todo esto también está en las profecías, pero como consecuencias a desobediencia del pueblo, idolatría y abominaciones.
¿Qué es lo que está pasando? ¿Cuál es la causa de este desastre?
UN POCO DE TESTIMONIO
Hace como 10 años me llevé a mis hijos a vivir a Estados Unidos por un año. La intención era quedarnos a vivir allá, pero las cosas no salieron como planeamos nosotros, y el Señor mostró Su determinación de que volviéramos a México.
Nos fuimos con visa legalmente, mas sin embargo nuestra permanencia de más de tres meses nos convirtió en "ilegales" en territorio extranjero.
Vivir en estas condiciones en el país más rico del mundo fue una experiencia que no tuvo nada de aburrida, sobre todo por el esfuerzo de adaptarnos a leyes y costumbres diferentes a las de nuestro país, de la noche a la mañana. Hasta para cruzar las calles es diferente allá que aquí.
Recuerdo que esa sensación de amenaza constante y el temor de ser descubierta me acompañaron cada día de ese año que pasé allá. Por momentos parecía que disfrutaba, y en realidad así fue; pero en el momento que caminaba por la calle y veía aparecer una patrulla, mi corazón se encogía recordándome que yo era una ilegal en ese país extranjero, y que podía ser deportada en cualquier momento. Me incomodaba muchísimo de no sentirme parte de ese lugar en donde había decidido vivir por largo tiempo; a pesar de que yo respetaba las leyes en general, había una ley que estaba yo violando: la ley de inmigración. Y sabía que sólo por violar esa ley, aunque guardara y observara las demás, yo estaba violando toda la ley del país.
Santiago 2:10 escribió:
Nunca como en ese año pude entender claramente el sentido de este versículo.
UN POCO MÁS DE TESTIMONIO
En una ocasión mi hija y yo tuvimos que viajar a la ciudad de Ensenada, Baja California, para empacar las pertenencias de ella y su esposo, pues se estaban mudando a Sonora; su mudanza estaba en casa de uno de sus cuñados, y tuvimos que darnos a la tarea de conseguir cuerdas, cajas y cinta para poder embalar todo. Y lo tuvimos que hacer solas, trasladándonos en camión, porque nadie de la familia pudo ayudarnos; en general fue divertido, pero se nos complicó un poco porque no conocíamos la ciudad. La razón por la que comparto esto fue por lo que nos sucedió uno de esos días en que andábamos en el centro de la ciudad. Mi hija y yo somos grandes amigas y siempre nos sobran temas de conversación, y más en aquellas circunstancias; estábamos paradas en la esquina de un cruce peatonal esperando a que dejaran de pasar los carros para poder pasar, enfrascadas en la plática. De pronto nos percatamos de que el carro que estaba haciendo alto ya tenía mucho tiempo ahí, y nosotros estábamos esperando a que terminara de pasar para cruzar la calle; desconcertadas, volteamos a nuestro alrededor y nos dimos cuenta que no era un solo carro sino varios los que estaban haciendo alto desde hacía varios segundos ¡esperando a que nosotras pasáramos! De pronto recordamos que en ese Estado de la República hay una cultura de darle el paso a los peatones siempre; entonces nos apresuramos a pasar muertas de la risa, burlándonos de nosotras mismas, estas sonorenses acostumbradas a que acá en Sonora los automovilistas jamás le dan el paso a los peatones; para poder cruzar una calle ancha a veces se tiene uno que esperar hasta 10 minutos antes de poder hacerlo sin peligro.
Mi hija ha llegado a acostumbrarse, pero cuando yo voy a visitarla, tardo un poco en volver a adaptarme a cruzar las calles primero antes que los automóviles.
¿Y QUÉ RELACIÓN TIENE ESTO CON EL TEMA?
En ambos casos los sentimientos que resaltan son confusión, desconcierto e inseguridad en el cumplimiento de reglas a las que no estamos acostumbrados, o que simplemente desconocemos de momento.
Esto tiene todo qué ver con el título del tema:
El Síndrome de Ulises o Crisis de Identidad
El Síndrome de Ulises son una serie de síntomas que se presentan entre los inmigrantes, y es muy frecuente en el proceso de adaptación de una persona cuando se muda de su país de origen a otro; entre más diferente el país de destino, más difícil y complicado este proceso de adaptación..
Los síntomas son:
- Sentimiento de soledad o de aislamiento.
- Tristeza y culpabilidad, por la separación de sus seres queridos, y tal vez por la incapacidad de encontrar trabajo.
- Desengaño si las expectativas no se cumplen, y esto produce frustración.
- Trastornos psicosomáticos manifestados en estrés, insomnio, dolores de cabeza y estómago, falta de apetito, fatiga extrema.
Todo esto es causado por la sensación de falta de pertenencia a ese lugar, a la inseguridad ante leyes, costumbres, tradiciones e idiosincracia diferentes a su lugar natal, y el desasosiego que conlleva la falta de lugares familiares en donde la persona pueda sentirse cómoda y a sus anchas.
¿Será que el pueblo cristiano está sufriendo del Síndrome de Ulises?
Partamos de los hechos expuestos al principio del tema. Es incuestionable el aumento de la tasa de suicidios, divorcios, adicciones, estrés y otras plagas que están afectando al pueblo cristiano. El divisionismo, el ecumenismo y la aparición de sectas cada vez más numerosas, son otros indicios de que algo está pasando dentro del pueblo de Dios, y que puede estar relacionado con las mismas causas que provocan la aparición del Síndrome de Ulises: UNA CRISIS DE IDENTIDAD.
¿Por qué sucede esto, cuando hay tantas congregaciones donde se está predicando el Evangelio con amor y misericordia, y se dan discipulados y se atienden las necesidades de la gente?
Creo que el pueblo cristiano en la actualidad está sufriendo del Sínrome de Ulises por la simple y sencilla razón de no está seguro de quién es en realidad, de dónde viene, hacia dónde se dirige y cómo hacerlo de la forma correcta.
Hoy en día en muchas congregaciones se predica que al recibir a Cristo se han perdonado todos nuestros pecados, incluyendo los del futuro; yo misma creía eso. Como si el pacto que hubiéramos hecho con nuestro Padre implicara por nuestra parte sólo hacer nuestra oración de fe, y todo lo demás corre por cuenta de Él. Si peco, basta con que me arrepienta y pida perdón, y ya está. Esta pobre doctrina puede ser la causante de los cristianos osciladores: un día los ves brincando, danzando y alabando al Señor con las manos levantadas, exhortando a todo el mundo a tener gozo y alegría en el Espíritu Santo... y al día siguiente encontrarlos sumidos en el pozo más profundo de la depresión y el enfriamiento espiritual...
Creo que el haber diseccionado la Biblia hemos cometido el error garrafal de cortar el Camino en dos también. Es como cuando un tramo de una carretera colapsa y el tráfico se interrumpe. Las historias del Antiguo Testamento se han estado tomando sólo como parábolas de enseñanzas para nuestra vida diaria, como cápsulas informativas y de testimonios aislados, en vez de estudiarlas con la visión de continuidad de nuestro Padre, quien nunca cambia, es el mismo por siempre y para siempre.
Si creemos que Jesús es Dios, que es el Verbo y por lo tanto la Palabra, es decir la Ley, entonces ¿cómo es que podemos creer que Él vino a abolir una Ley que era tan importante para Él en el Antiguo Testamento? ¿Y qué hay de su vida? ¿Vivió como judío o como alguien que estaba predicando en contra de ser judío?
Veamos los síntomas del Síndrome de Ulises en la cristiandad de hoy en día:
- Sentimiento de soledad.- Al ver tantas denominaciones cristianas, algunas separadas y aisladas de las demás, llega el momento en que no se sabe si se está en el lugar correcto. Inseguridad de realmente estar cumpliendo con la Voluntad de Dios al estar en esa iglesia, o se debe cambiar a otra.
- Tristeza provocada por las muestras de falta de amor en las mismas congregaciones al darle más importancia a las tradiciones de hombre que a las Verdades de la Biblia. Decepción cuando vemos que aquella denominación se aísla pretendiendo tener la verdad absoluta, e infiriendo que todos los demás están equivocados.
- Culpabilidad, cuando aceptamos a Cristo y de pronto nos percatamos de que no nos vemos muy diferentes de los impíos, algunos de los cuales son hasta más piadosos que otros cristianos; sentimos ¿qué más me falta por hacer para que realmente haya una diferencia entre ellos y yo?
- Desengaño, cuando alguien que acepta a Cristo se da cuenta que sus problemas no sólo no desaparecieron sino que aumentaron, contrario a lo que le prometieron los que lo llevaron a los pies de Cristo. Decepción cuando cosas malas siguen sucediéndole a los hijos de Dios, y cuando vemos que muchos hermanos predican una cosa y actúan de otra. Entramos en shock cuando nos enteramos que tal pastor se suicidó, o cometió adulterio, o tal hijo de pastor se confesó homosexual.
- Trastornos psicosomáticos.- Nadie puede negar que el estrés y la depresión son enfermedades que aquejan cada vez a mayor cantidad de hijos de Dios, quienes predican que debemos descansar en el Señor, que Él es nuestro reposo (que por eso Jesús abolió el sábado), pero no encuentran fuerzas para practicarlo día a día y caen víctimas de la vorágine del mundo con sus prisas y sus exigencias. De aquí vienen los escapes en la pornografía, las drogas, el consumismo, los pensamientos suicidas, el adulterio y los fracasos matrimoniales.
Todo esto es consecuencia de no tener clara cuál es nuestra identidad ante el Creador, de caminar en la oscuridad por no saber si estamos cumpliendo las reglas de la forma correcta, pues no se nos predican normas precisas sino sólo conceptos vagos que no terminan de aterrizar en un código explícito, entendible y concreto.
Confusión por no saber cuál es nuestra posición ante el Padre, y desconcierto cuando expresamos estas dudas y resulta que somos atacados por otros hermanos de forma muy contraria a como el Amor de Cristo nos muestra que debe ser.
Todo por la ignorancia del carácter de nuestro Creador, que es el Dios de pactos con su pueblo; y como en todo pacto bilateral, hay compromisos por ambas partes, y como todo pacto tiene las cláusulas muy bien definidas y precisas... la mayoría en el Antiguo Testamento, el cual se continuó en el Nuevo Testamento, como bien lo dijo Jesús:
Mateo 5:17 escribió:
No penséis... No penséis... Ni siquiera se les ocurra... Y finalmente eso fue lo que ocurrió. Nos dejamos engañar por los cambios de los primeros siglos de la Era Cristiana, y ahora rechazamos hacer una revisión concienzuda de nuestras doctrinas bajo la luz de la Biblia entera, conectándola en lugar de separarla, para encontrar las señales que el mismo Mesías siguió durante su ministerio.
Separamos la Biblia, y al hacer esa separación, colapsamos un tramo del Camino; ¿cómo nos puede sorprender entonces lo que está pasando en la cristiandad? Si erramos el camino hace 1700 años, ¿por qué estamos esperando que las bendiciones fluyan cuando hemos estado tomando atajos todos estos años por la incapacidad de transitar fluidamente por el Camino, la Verdad y la Vida? Es en ese Camino donde han sido puestas las señales que han venido acompañando a los diversos Pactos del Dios de la Biblia con su pueblo escogido. Esas señales que nos identifican, que nos otorgan esa identidad de hijos de Dios que nuestro Padre quiere que portemos todo el tiempo, para que podamos ser de verdadera bendición a las naciones y a todas las familias de la tierra, así como se los prometió a Abraham, a Isaac y a Jacob.
Efesios 2:19 escribió:
Cuando aceptamos a Cristo hemos cambiado de ciudadanía; emigramos de nuestro país de origen a un país extranjero (el reino de Dios, el de la familia de Dios), dentro del cual, para poder prevenir el Síndrome de Ulises, debemos conocer sus leyes perfectamente bien para entender sus costumbres y tradiciones, y sentirnos que somos parte de él. Ahora somos conciudadanos de los santos, somos parte del pueblo de Israel, y debemos regirnos por las leyes que Dios le dio al pueblo de Israel; nosotros fuimos injertados, pasamos de muerte a vida, la Sangre de Cristo nos ha dado una nueva ciudadanía.
Negar eso, ignorar eso, es lo que está provocando este colapso en las familias cristianas, y provocando la cada vez más numerosa población cristiana que está abandonando las iglesias para regresar al mundo.
Hemos estado inventándonos nuestras propias señales de identidad, pero ninguna es la que el Padre estableció.
Si vemos a mujeres de falda con velos en la cabeza, los identificamos con apostólicas o de la Luz del Mundo. Si vemos a gente congregándose el sábado, sabemos que son sabatistas. Si vemos un grupo de personas vestidos muy formalmente por la calle en domingo, con maletines, los identificamos como testigos de Jehová. Cuando vemos a un par de misioneros, uno güero y el otro latino, de traje y a veces en bicicleta, sabemos que son mormones.
Sin embargo, precisamente a causa de que todas estas señales son invenciones nuestras, cuando escuchamos en la calle que alguien responde "Amén" al saludo de "Dios te bendiga", ya no podemos estar seguros si se trata de un cristiano evangélico, o de un católico carismático. Encontramos gente muy amable en las calles, empleados muy atentos y educados, que pueden pasar fácilmente como hijos de Dios, pero que son hasta ateos; y por otro lado a veces recibimos agresiones y malos tratos de personas que después nos enteramos que son líderes de algo en su Iglesia cristiana.
Estamos completamente extraviados en este Reino de Dios en el cual fuimos injertados, pero como no nos hemos ocupado de conocer el Reglamento que lo rige, ni hemos aceptado portar los signos que nos identifiquen como ciudadanos, deambulamos por la vida sin estar seguros de a dónde vamos, cómo actuar ni qué se espera de nosotros. Y por consiguiente, tampoco estamos cumpliendo con el mandato de nuestro Padre, que nos lo repite una y otra vez:
Deuteronomio 6:4-9 escribió:
El pacto que existe entre el Creador y yo desde que acepté a Cristo como mi Salvador, tiene cláusulas muy precisas; no es un pacto vago y confuso, sino con límites muy bien establecidos. Si no conocemos esos límites, entonces no seremos capaces de enseñarlos a nuestros hijos ¿por qué nos sorprende entonces la pérdida de control de los padres sobre sus hijos desde su más tierna infancia?
Ahora el asunto es hacer una revisión del Pacto, porque a lo largo de mi vida como cristiana nunca nadie me lo ha mostrado como el Eterno lo redactó, sino como lo re-interpretaron y re-escribieron Constantino y la Iglesia de Roma a través de sus concilios.
Santiago 1:23-24 escribió:
Si no practico la Palabra, no tengo identidad; en el espejo miro la imagen que las enseñanzas me indican que soy, pero como no es una identidad conforme a las características dadas por el Padre, no es una identidad eterna, y cuando me voy, entro de nuevo en un mundo de confusión, desconcierto e inseguridad.
Santiago 1:25 escribió:
¡Cómo es que nos hemos perdido de este maravilloso versículo! El pueblo de Dios no es feliz (bienaventurado) porque no estamos ni practicando ni predicando la forma de mirar atentamente en la perfecta ley y por consiguiente no perseveramos en ella.
La única forma de ser verdaderos conciudadanos del pueblo de Israel y ciudadanos del Reino de Dios, es conocer sus reglas y vivir de acuerdo a ellas. Porque al fin y al cabo, Jesús en
Mateo 11:30 escribió:
Créanme, Él no estaba hablando del Nuevo Testamento (porque ni siquiera existía aún en ese momento), sino que hablaba de la Ley y los Profetas.
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