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Mensaje Ahora entiendo el ambiente que vivió el ciudadano común en la Alemania nazi.

#1  Graciela Mie 20 May, 2020 10:57

¿CÓMO ES POSIBLE QUE EN AQUEL ENTONCES, MILLONES DE PERSONAS COMUNES Y CORRIENTES SE HAYAN CONVERTIDO EN CÓMPLICES DEL HOLOCAUSTO?
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Desde niña conocí la historia del Holocausto. Como hija de una profesora de historia, me enteré de muchos detalles de sucesos pasados, y también de eventos que acontecieron durante mi niñez, adolescencia, juventud y hasta hoy. Soy de la generación que comenzó cuando no había teléfonos en casa, ni televisiones a color, y aún se exhibían sólo películas en blanco y negro en los cines.

Recuerdo que me gustaba mucho leer la historia de la Segunda Guerra Mundial en el libro de historia del Profr. Benjamín Arredondo Muñoz Ledo, porque él tenía una narrativa extraordinaria; sin conocer su voz, sentía que lo escuchaba dando una conferencia, gesticulando, lanzando exclamaciones y haciendo gestos con la cara ¡era fascinante!

Este escritor siempre hizo mucho hincapié en una pregunta que creo que tuvo a mucha gente sin dormir durante décadas: ¿Cómo fue posible que ciudadanos comunes y corrientes se transformaran en asesinos enfermos de odio? ¿Cómo pudieron estos buenos ciudadanos lanzarse en contra de vecinos a los que conocían de toda la vida, consintiendo en su arresto, confiscación de sus bienes y en su deportación?

Desde que conocí la historia, y supe que al final, cuando abrieron los campos de concentración, muchos civiles de los pueblos cercanos fueron obligados a entrar a conocer la situación en la que vivían allí cientos de personas, a sólo unos metros de sus casas, y que percibieron durante todos esos años la peste a la carne quemada, me uní a la misma pregunta... ¿Cómo sucedió, cómo pudo ser? Y esa pregunta me ha perseguido por todos estos años... Hasta hoy.


Hace unos meses se supo que apareció un coronarivus en la ciudad de Wuhan, en China, y que inmediatamente habían aislado la ciudad. En las siguientes semanas, se comenzó a percibir un ambiente de alarma en los noticieros, ya que, según decían, el coronavirus de pronto saltó a España e Italia... No, no saltó a Japón ni a Korea, los países más cercanos... dio un salto de gimnasta hasta Europa, y de ahí ¡zaz! en poco tiempo también brincó a Estados Unidos.

Desde entonces y hasta la fecha, se ha creado una enorme psicosis alrededor de este coronavirus, esparciendo miedo al contagio y miedo a la muerte.

Lo curioso del caso es que, conforme iban pasando los días, y mi familia y yo nos pusimos a investigar exhaustivamente acerca de las estadísticas, nos dimos cuenta de que éstas no eran ni remotamente cercanas a las tasas de mortalidad de otras enfermedades, como la influenza, por ejemplo, y que su porcentaje de recuperación es muy alto, más del 90%. Entonces, nos preguntamos, ¿por qué tanto pánico?

Pero la situación, en vez de mejorar, ha ido empeorando. Han cerrado los negocios locales, los pequeños negocios, y han dejado abiertos las tiendas de las grandes cadenas comerciales. ¿Casualidad? No, yo no lo creo. Tampoco cerraron de primera instancia a los expendios de cerveza. ¿Por qué?

Algunas personas, como yo, nos hemos dado a la tarea de preguntar en cuanto centro comercial entramos: ¿Cuántos enfermos de entre los empleados se han reportado? ¡¡Ninguno!! En ninguna tienda de Hermosillo, ni de Phoenix, ni de Guanajuato, ni de Guaymas ¡ni en otros países! Entonces, nos preguntamos, ¿dónde están los cientos y miles de muertos que se reportan, y cuyas ominosas fotografías salen publicadas en los principales noticieros?

Por un lado, la prensa sigue insistiendo, quédate en casa, quédate en casa, guarda tu sana distancia, usa el cubrebocas, usa los guantes, lávate las manos constantemente, limpia tus muebles con tal o cual sanitizante, etc... Y por otro lado, poco a poco han ido surgiendo publicaciones de personas comunes, como tú o como yo, denunciando que a tal familiar lo ingresaron por complicaciones del cáncer, inmediatamente lo diagnosticaron con coronavirus, siendo ingresado rápido al área de infectados, y en ocasiones hasta intubado (como se supone es el tratamiento más drástico para tal enfermedad). Se han dado casos de personas que se han escapado del hospital, antes de que los intubaran; uno de ellos hasta va a demandar al ISSSTE por intentar intubarlo, sin estar enfermo del Covid-19, sino que más bien requiere una cirugía de vesícula.

Otros no fueron tan favorecidos; hay personas que denuncian que su familiar murió a causa de que se le diagnosticó erróneamente por coronavirus, los cuerpos son cremados sin permitir hacerles ninguna autopsia. Incluso se han dado casos de actas de defunción alteradas, cuando el enfermo murió de otra cosa, se le pone que murió de Covid-19.

Pero paralelo a este escenario tan escalofriante, surgió una pregunta: ¿por qué la opinión pública ahora le está haciendo más caso a lo que la OMS ordena, dicta, informa y anuncia, a través de los principales medios de comunicación, y desvirtúa los videos caseros hechos por ciudadanos comunes y corrientes? ¡Antes era todo lo contrario! De hecho por eso decíamos ¡qué bueno que ahora existe esta opción de transmitir en vivo!

Hoy en día, hay millones de personas enclaustradas en sus casas, llenas de miedo al contagio, y desde ahí están clamando para que se castigue a los que decidimos no encerrarnos, y hasta que se nos obligue a hacerlo.

Lo peor del caso es que, por más que se les presentan las estadísticas, las evidencias y las opiniones de médicos y epidemiólogos honestos (de los pocos que quedan), no quieren saber nada, no quieren saber NADA.

Y hablando de médicos y enfermeras, hay testimonios de personas diciendo que se les está pagando a los hospitales y a los médicos, por cada enfermo de Covid-19 que ingresan, y por cada enfermo que intuban (nótese, no importa si tiene o no Covid-19). Una enfermera de Nueva York, en medio de una crisis nerviosa por ver morir a sus pacientes al recibir incorrectamente ese tratamiento tan invasivo, se fue a grabar un video denunciando estas prácticas criminales.

Pero la opinión pública ha decidido no creer al ciudadano común, y como autómatas, le creen a todo lo que la OMS dice, y Bill Gates, y toda la camarilla que ha orquestado esta falsa pandemia.

Por eso dije al principio: antes no sabía cómo pudo ser el proceso de convertir a un ciudadano común en un asesino enfermo de odio... hasta hoy.

Hoy en día, si la cosa empeora y se recrudecen las medidas de prevención, aplicando multas al que salga más de una vez a la semana, o cosas así, no me parece improbable que alguno de mis vecinos, convertido en un ente lleno de pánico, sea capaz de delatarme por no obedecer al pie de la letra esta locura, aún cuando eso represente que yo pierda mi libertad.

Así que sí... ahora entiendo el ambiente que se vivió en la Alemania nazi... Ahora entiendo lo que deben haber sentido los poquísimos ciudadanos alemanes a los que todavía les funcionaba el cerebro... Voltear a su alrededor y ver a la gente haciendo el saludo nazi ¡Heil Hitler!, colocando banderas nazis afuera de sus casas, y delatando a alguien que tuviera judíos escondidos en su casa. Es algo muy impresionante darte cuenta que de pronto estás viviendo dentro de una sociedad que ha enloquecido. No cabe duda de que el miedo es la mejor arma del satán para levantar a las masas...


Finalmente, esto es algo que no nos quita el sueño ni a mi familia ni a mí. No digo que no nos inquiete, claro que nos inquieta, nos sorprende, nos desconcierta, nos abruma de repente, y también nos enoja, cuando nos obligan a ponernos el cubrebocas para entrar al Soriana, a Casa Ley, a Bodega Aurrerá, a Wal-Mart, y a todas las mega tiendas a las que sí les permitieron permanecer abiertas. Pero nos esforzamos en permanecer en calma, en paz, en confianza y en mucha fe en las promesas de nuestro Padre, de cuidarnos y preservarnos aún en medio de la adversidad.

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Sí, aún en la calle la gente usa el cubrebocas... y no lo dudaría que hasta en sus casas lo usen. Yo no entiendo cómo lo pueden aguantar, yo siento que me asfixio.

Por cierto, hay médicos, enfermeras, y hasta la misma OMS, diciendo que no sirve de nada, y que incluso puede ser contraproducente. Pero parece que los gobernadores de los Estados, aquí en México, tienen una competencia para ver quién hace que la gente se cuide más, sin importarles si realmente es necesario tanto circo maroma y teatro.

¡Shalom!
 



 
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